Luis Tristán, toda una leyenda en la historia de Yepes presidiendo el
santuario de su colegiata; figura ilustre, asociada a nuestros desconocimientos
más que al olvido; pintor esencial y singular en la constelación del Siglo de
Oro español, no un nombre menor. Siendo el maestro de la Escuela Toledana
superaba con su laboriosa entrega los derroteros convencionales y las modas del
momento…
Considero un proyecto
arriesgado la voluntad de acotar la estatura de Luis Tristán con trazos de su
trayectoria biográfica y artística, dejando muchas lagunas y aspectos en la
sombra. Un intento delicado el engarzar las cuentas biográficas de un maestro
no exaltado en las estimaciones de sus contemporáneos; en su pechera no
brillaron condecoraciones; él supo cerrar sus oídos a los cantos de sirena de
la fama; ni fue un esclavo de concesiones comerciales y de estandarizaciones, sometido
al mercado de aquel tiempo. Sin ocultar sus vínculos y sus guiños hacia otros
maestros suyos, supo adentrarse en los senderos y reclamos de la modernidad,
con una tersura biográfica limpia y bruñida. Abriendo puertas. Un hombre de raíces
pero dispuesto al vuelo, a cielo abierto, como los pájaros, sin dejarse
domesticar; insertado en los talleres de la modernidad su paleta variada iba
troquelando retratos veristas y relatos, sin el andamiaje de las ampulosidades
venecianas ni los tonos avasalladores de tipo wagneriano. En sus propuestas supo
recrear atmósferas, nunca a contrapelo de las secuencias naturales.
Ortodoxo, agradecido y
siempre libre. Fue abriendo brechas en el arte, sacudiendo convenciones
enquistadas, estructuras anacrónicas y omisiones respecto a la novedad…