En las aulas, como en cualquier grupo humano, resuenan las historias. Con la salvedad de que la Escuela no es un grupo humano cualquiera, es el reducto en el que nuestros hijos, nuestras esperanzas, se nutren y crecen.
Hay que dibujar palomas, aún sospechando el destino del símbolo, y vigilar con atención a los alumnos, aunque sea imposible mitigar sus tragedias. Es preciso mantener la esperanza en la siembra continua de cada día, y no dejarse vencer, y batallar contra cualquier medio hostil que se cruce en el entorno del alumno. Se hace imprescindible recordar la educación recibida antaño para no caer en los mismos errores y no dejar que los problemas propios repercutan en los chicos, inventando, si es necesario, cada día una ilusión. Y se debe, sobre todo, asumir el papel de maestro y desempeñarlo con toda la dignidad que conlleva, para permanecer, adaptándose curso a curso, sirviendo de ejemplo y referencia.
Doce relatos, ‘Ecos de aula’, algunos de los 76 premios literarios conseguidos por la profesora Eva Barro.